"El éxito es conseguir lo que quieres,
la felicidad es querer lo que consigues."
Ingrid Bergman (actriz sueca).
Cada 6 de enero celebramos la fiesta de la Epifanía o Día de de los Reyes Magos, en conmemoración de la llegada a Belén, hace poco más de dos milenios, de los Magos de Oriente con el fin de adorar y entregar sus presentes a Jesús, quien con su nacimiento se manifestaba por primera vez como niño ante el hombre. A través de los siglos la tradición ha ido convirtiendo a estos Magos en Reyes. Tres Reyes que en un acto de gran humildad se arrodillaron ante el Niño-Dios, le adoraron y le ofrecieron como regalos simbólicos oro, incienso y mirra.
'Laudate Dominum'
Laudate Dominum omnes gentes
Laudate eum, omnes populi
Quoniam confirmata est
Super nos misericordia eius,
Et veritas Domini manet in aeternum.
Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.
Sicut erat in principio, et nunc, et semper.
Et in saecula saeculorum.
Amen.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable
su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en un principio, ahora, y siempre,
y por los siglos de los siglos.
Amén.
Bellísima pieza para soprano y coro, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart e interpretada por la soprano de origen húngaro María Stader, que forma parte de una obra más extensa titulada Vesperae Solennes de Confesore (Kv 339). El texto pertenece a un salmo que en las misas católicas suele cantarse después de la Bendición del Santísimo Sacramento.
Hoy millones de niños abrirán un sencillo e improvisado regalo y descubrirán con gran sorpresa que, ni de lejos, se parece al que tanto habían deseado y pedido en sus cartas ante la mirada de unos espectantes padres de excusa mil veces ensayada e innecesaria. Y sonreirán felices.
Hoy millones de niños no esperan ningún regalo pero descubrirán que Sus Majestades se acordaron de ellos y les dejaron un juguete en la cercana parroquia a la que acudirán con sus agradecidos padres. Y sonreirán felices.
Hoy millones de niños no tendrán que ningún regalo que abrir. Quizá el consolador abrazo de unos desconsolados padres que no han podido ni siquiera, ante necesidades más perentorias, franquear la carta a los Reyes. En poco tiempo, sonreirán felices.
Hoy millones de niños ni siquiera saben que existen los Reyes Magos. Y sonríen felices.
Hoy millones de niños ni siquiera tienen padres, ni hogar. No tienen nada. Y también sonríen. Y su sonrisa es la más pura.
He visto las caras de muchos niños abriendo regalos carísimos que hacen mil y un cosas y las caras de unos padres orgullosos del para mis niños, lo mejor. Y he visto como a la media hora esos mismos niños se divertían como locos jugando en la calle con LA CAJA, que poco antes había contenido su nuevo y chiripitifláutico artefacto, y que ahora era casa con garaje, jardín e hipoteca, o quizá un castillo por conquistar o KITT el Coche Fantástico, ¡no, mejor un DeLorean capaz de viajar en el tiempo!
Vivimos inmersos en la cultura de un consumismo atroz que hoy en día choca frontalmente con la coyuntura económica que se nos viene encima. Quizá sea un buen momento para pararnos a pensar en lo que estamos haciendo. ¿Para qué queremos cien pares de zapatos si no somos cienpiés? ¿Para qué queremos un teléfono mucho más inteligente que nosotros y que es lo último de lo último (al menos durante un par de semanas)? Quizá acabemos llamando con él al Teléfono de la Esperanza. Vienen tiempos difíciles y el desengaño y la frustración cotizan al alza. Deberíamos reflexionar sobre la diferencia entre lo que queremos y lo que verdaderamente no necesitamos, quizá aprender a disfrutar de las pequeñas cosas que la vida nos ofrece nos ayude a dejar de ser esclavos de nosotros mismos.
Hay quien es capaz de maravillarse contemplando las estrellas. Hay quien puede abstraerse mirando una simple flor. Hay quien encuentra música en el sonido del agua de un arroyo. Hay quien ve a Dios en un cuadro. Hay quien entra en éxtasis mirando las olas del mar. Hay quien alcanza el nirvana en la soledad de la montaña escuchando el silencio. Y hubo un gran rey, Jerjes I de Persia, que con todo su poder, influencias y riquezas, no encontró mayor consuelo que el que le proporcionaba un simple árbol, un platanero, que pese a relámpagos, rayos, truenos, vientos huracanados, guerras y años transcurridos, siempre estuvo ahí, esperándole para cobijarle del inclemente calor con su extraordinaria sombra:
Dedicado a Marie:
'Ombra mai fu'
Ombra mai fu
di vegetabile
cara ed amabile,
soave più.
Ombra mai fu
di vegetabile
cara ed amabile,
soave più.
Cara ed amabile,
ombra mai fu
di vegetabile
cara ed amabile,
soave più.
soave più.
Nunca fue la sombra
de una planta
más querida. amada
ni suave.
Nunca fue la sombra
de una planta
más querida. amada
ni suave.
Querida y amada,
nunca fue la sombra
de una planta
más querida. amada
ni suave.
Plátano de sombra (Platanus × hispanica) |
Este bellísimo aria pertenece a la ópera Serse (Jerjes), que en 1738 estrenó el maestro Haendel, cosechando por aquel entonces un gran fracaso comercial. Sin embargo un siglo después este aria fue redescubierto tomando entidad propia y convirtiéndose en uno de los arias más bellos y admirados de la historia de la música. En esta versión la interpretación recae en el contratenor alemán Jochen Kowalski.
Este año Melchor, Gaspar y Baltasar, que también se han apretado un poco el cinturón, me han dejado un precioso regalo para compartir con todos vosotros, dicen que es un regalo con mensaje y que todo aquel que logre captarlo encontrará la dicha en su vida y en la de todos los que le rodeen. Habrá que verlo:
'Chim Chim Cher-ee'
(Versión en español)
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim cherí,
la suerte, la suerte detrás va de mí.
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim chiró,
la suerte tendrá si mi mano le doy.
Quien me besa a mí será más feliz.
Sabe la gente que deshollinar
oficio es servil, pero lustre les da.
Aunque viva ahumado el deshollinador
no hay tipo en el mundo con tan buen humor.
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim cherí,
la suerte, la suerte detrás va de mí.
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim chiró,
la suerte tendrá si mi mano le doy.
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim cherí,
la suerte, la suerte detrás va de mí.
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim chiró,
la suerte tendrá si mi mano le doy.
¡Gracias! Se lo agradezco mucho,
tengo mucha prisa.
¡Ah! Mis heroicas compañeras encerradas
en la cárcel están esperándome para cantar
nuestro himno. ¡Adiós hijos! ¡Hasta luego!
Las herramientas muy bien sé elegir,
escoba especial y cepillo sutil.
¡Oh Bert, qué oscuro esta allí arriba!
¡Vaya lo que hace el no entender las cosas!
Esto es lo que yo llamo una chimenea de
primerísima clase.
Voy con el humo subiendo igual
y puedo soñar con un mundo mejor.
Desde donde se ve la noche brillar,
allí donde hay sólo azul claridad.
¡Como yo veo Londres... nadie lo verá!
Daría cualquier cosa por subir allí.
Yo también subiría a las chimeneas.
Muy bien dicho. Las chimeneas son maravillosas.
Es como una ventanita pequeña por la que uno
se asoma al cielo y cuando el viento sopla a favor,
hace subir el humo.
¡Qué os había dicho!
El mundo entero a vuestros pies.
¿Y quién puede ver esto?
Los pájaros, las estrellas y el deshollinador.
¡Es precioso!
Pero cuidado no vayáis a enfriaros.
¡Vamos! ¡Seguidme!
Chim chímeni, chim chímeni,
chim chim cherí, deshollinador,
tú eres siempre feliz.
Cuando se nace deshollinador
entonas feliz "chim cherí, chim chiró".
Chim chímeni, chim chim cherí chim chiró.
Mary Poppins, película de la factoría Disney estrenada en 1962 y ganadora de 5 de los 13 Oscars a los que fue nominada, siendo este tema, interpretado por Julie Andrews y Dick Van Dyke, agraciado con el Oscar a la mejor canción original. Una película inolvidable de las que, por desgracia, ya no se hacen.
Yo nunca fui niño de muchos juguetes y Melchor, Gaspar y Baltasar jamás me traían lo que les pedía, pero si tengo que destacar un regalo de mi infancia ha de ser el que mis tíos Maruja y Víctor (q.e.p.d.) me hicieron en una de sus infrecuentes visitas. Ellos no eran reyes, ni siquiera magos, pero hicieron con aquel gran libro de relatos de Julio Verne que un crío de 13 años disfrutara como nadie dando la vuelta al mundo en 80 días, viajando de la Tierra a la Luna con los hijos del Capitán Grant y que durante 20.000 leguas de viaje submarino culminara un emocionante viaje al centro de la tierra junto a Miguel Strogoff en busca del faro del fin del mundo o de la esfinge de los hielos.
Os lo podéis creer.
O no.
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