"La capacidad de reir juntos es el amor".
Françoise Sagan, escritora francesa.
Nota del autor:
Mis queridos lectores, visitantes y amigos, este post fue escrito para ser publicada en el pasado día de Año Nuevo de 2016. pero, por causas ajenas a vuestra voluntad, no pudo ser, así que aquí os lo traigo hoy, con algún que otro retoque, apreciadlo bien, pues como comedia escrita en tiempos grises, ha de tener, sin duda, un plus de valor añadido.
Gracias a todos y FELIZ AÑO NUEVO.
Otra nota del autor:
Eeeeeh, pues resulta que entre retoque y retoque, se me ha ido la mano lo que mayormente viene siendo otra cuestión de tamaño, así que, en una decisión salomónica he decidido partirlo en dos partes, con lo que todos ganaremos algo, vosotros suspense y yo tiempo.
-Primer personaje: Mi "ALTER EGO".
Hola, espero que os encontréis ya bien despejados de los efectos colaterales de tanta -supuesta, por tradicional- celebración, aunque aún así tengo serias dudas de que toméis por verídico lo que deseo relataros. Sí, son serias mis dudas, muy serias; y lo son tanto, porque ni siquiera yo mismo me atrevo a dar por cierto lo ocurrido esta última noche de transición entre dos años, el que muere y el que le releva:
Mis queridos lectores, visitantes y amigos, este post fue escrito para ser publicada en el pasado día de Año Nuevo de 2016. pero, por causas ajenas a vuestra voluntad, no pudo ser, así que aquí os lo traigo hoy, con algún que otro retoque, apreciadlo bien, pues como comedia escrita en tiempos grises, ha de tener, sin duda, un plus de valor añadido.
Gracias a todos y FELIZ AÑO NUEVO.
Otra nota del autor:
Eeeeeh, pues resulta que entre retoque y retoque, se me ha ido la mano lo que mayormente viene siendo otra cuestión de tamaño, así que, en una decisión salomónica he decidido partirlo en dos partes, con lo que todos ganaremos algo, vosotros suspense y yo tiempo.
-Primer personaje: Mi "ALTER EGO".
Hola, espero que os encontréis ya bien despejados de los efectos colaterales de tanta -supuesta, por tradicional- celebración, aunque aún así tengo serias dudas de que toméis por verídico lo que deseo relataros. Sí, son serias mis dudas, muy serias; y lo son tanto, porque ni siquiera yo mismo me atrevo a dar por cierto lo ocurrido esta última noche de transición entre dos años, el que muere y el que le releva:
'Cabaña en la alta montaña' Mel Mc. Robert |
Como cada año por estas fechas he regresado a mi querida montaña de eternas nevadas cumbres, a la pequeña, pero acogedora, cabaña de madera en la que, de tanto en tanto y cada vez más y con más frecuencia, me gusta aislarme y refugiarme del mundanal ruido; pero si os dijera que pensaba pasar la Nochevieja cenando y comiéndome las tradicionales uvas de la suerte y brindando conmigo mismo, en soledad, sería un feo menosprecio al más apreciado y leal de mis amigos: mi fiel, juguetón y gracioso perro Canelo.
-Segundo personaje: CANELO.
Allí estaba, acurrucado a mis pies, ora agitando la cola, ora levantando una oreja y entreabriendo un ojo al ritmo del crepitar de la leña que ardía en la innecesaria chimenea, vigilante y desconfiado, o quizá, tan sólo soñando que correteaba y saltaba por los verdes y extensos prados de algún canino Cielo, luciéndose ante alguna cánida vestal que le hiciera tilín; parecía dormitar, sí, tan feliz y contento como ajeno al cambio de año, que en su perruno calendario tan sólo figura una hoja, sin números, sin fechas, quizás sí con un nombre, Otro Día Feliz, podría ser que también con algunas tareas instintivas y aprendidas, despertar a lametones al Amo, salir a regar árboles y fertilizar la tierra, jugar, corretear y saltar alrededor del Amo, estar siempre pendiente de Él, acompañándole y, sobretodo, protegiéndole. Inocente chucho..., ajeno, decíamos, al reemplazo añal, aunque, seguramente, no al vivir una noche especial, en la que su habitual plato de comida mutaba en lata de carne Gourmet deLuxe, que tal fue la cena que le serví, nada habitual, como tampoco lo eran las doce bolitas de PetCookies con que, a bolita y caricia por campanada, le iba a regalar en breve, obsequiándome él a mí con todo su repertorio de saltitos, volteretas, lametones y carantoñas caninas.
Mano izquierda, bolita, mano derecha, uva, tal era el mantra que mentalmente habré de recitar para no equivocarme; recitativo, por supuesto, en vano, pues entre contar campanadas y repartir golosinas, caricias y uvas, ¡quién no se liaría un poco!, como cada año, y seguramente, así volverá a ser éste, pero creo, y creo decirlo bien en nombre de los dos, no nos volverá a importar, a Canelo le encantan las uvas y a mí parecen no disgustarme las chuches de galleta para perros.
Entre estos y otros pensamientos más o menos idílicos, díme cuenta del rápido paso del tiempo, ya faltaba muy poco para la hora mágica, pasé revista comprobando que todo estaba en su sitio, uvas y galletas, botella de champán, copa y cuenco -sí, a él también le gusta, y la cerveza tostada, como a mí, pero eso dejémoslo para otra ocasión-, un paquete de serpentinas, bolsa de confetis, globos, antifaces y toda esa clase de boberías típicas de los cotillones; bueno, de todo ¡no! Y no es que uno no aprecie el noble y arriesgado arte de la pirotecnia, pero hasta que no se inventen los petardos, cohetes y fuegos artificiales mudos, nada.
© menudoanimal.com |
¡La radio!, me había olvidado de conectar la radio para seguir la retransmisión de las inminentes campanadas -aborrezco las de la televisión, hoy en día convertidas, más que en un mal circo, en una mala olimpiada de la cutrez más insoportable-; ya está, conectada y sintonizada, exclamé triunfal buscando una posible reacción admirativa de mi peludo amigo, que de existir, expresóse en un desganado abrir y cerrar de hocico que cualquier envidioso lo hubiese traducido por desinteresado bostezo, y ahora, y lo siento mucho por ti, amigo mío -proclamé dando un poco más de énfasis-, será mejor apagar el viejo gramófono hasta después del brindis, concluí llevando a cabo tal proeza con toda la teatralidad y exagerados aspavientos mirando de reojo al yacente podenco, por supuesto en vano, sé lo mucho que estabas disfrutando del momento, pero luego tú y yo tendremos toda la noche para deleitarnos con estas jubilosas reliquias, concluí señalándole la inestable pila de discos con la que celebraríamos nuestra especial Shubertiada, en esta ocasión monotemática, a base de mi -y no es presunción- extensísima -pero incompleta, por si quisiéseis, no sé... tener un detalle-, valiosísima y envidiable colección de lieder del genial músico vienés... ¡Oh, pero qué desconsiderado soy, casi os dejo con la miel en los labios! Imperdonable. Aquí os dejo una pequeña muestra para amenizar la espera; nada, nada, no hay nada que agradecer, y además, porque todo me parece poco, siendo para mis ilustres invitados, añadiré un didáctico enlace en el que disfrutaréis de la maravillosa letra de tan grandiosa obra, tanto en el original y precioso idioma alemán en que fue escrita, con su correspondiente traducción, aunque la consideréis innecesaria, pero ya puestos a regalar, ¡que sea a lo grande! Podéis verlo pinchando aquí: Kareol.es
Hola Tito, Tito guapo, qué sorpresa ¿verdad?, ¿a que no me esperabas, eh, Tito?, a ver que contentito está mi Titooooo, que ha venido a verle su sobrinita favoritaaaaaa... Sí, favorita y única, e interprétese este último adjetivo en todas sus acepciones, gemía yo para mis adentros, ajeno al griterío de la nena y los ladridos del can, extrañamente imperturbable ante el apocalíptico escenario que un ahora difuso campo de visión me ofrecía. Apoyéme tomando asiento en algo que luego identifiqué como mi butaca favorita volcada, mientras la infanta se afanaba en dedicarnos a mí y a Canelo inconexas, por atropelladas, exclamaciones de amor, cariño, alegrías y bendiciones, por supuesto, a grito pelado. Poco a poco, no sin esfuerzo, logré descifrar algunas de sus alborotadas palabras, eso sí, sin lograr colocarlas en mi colapsada mente en un orden, digamos, mínimamente comprensible. Aparte de los cariñitos y zalamerías de costumbre, logré captar algo así como "Papa Noel me trajió el karaoke panchufar a la tele, Tito, sólo tienes que conectarlo a la tilivisión con todos esos cables que me se cayeron de la bolsa y ya podemos jugar a cantar y bailar porque también tiene pa bailar Tito que se pone una alfombra de colorines en el suelo y en la pantalla sale cómo tienes que poner los pieses porque se encienden unas luces que te lo dicen, Tito, pa que no te equivoques, Tito, ¿a que te mola, Tito? Anda, enchúfalo y bailamos después de las campanadas, ¿eh, Tito?, Tito, ¡¡¡TITOOOOOOO...".
¡¡¡Las campanadas!!!, mi corazón y mi cerebro volvieron a alarmarse de repente al darme cuenta del poco tiempo que faltaba para el momento cumbre de la noche y que todo lo que tan concienzudamente había preparado estaba patas arriba, esparcido por toda la sala. Ni siquiera con un milagro podría reconducir la situación, ¡ay, quién me va a ayudar!, yo te ayudo Tito, no, hija, deja, ¡guau!, tú tampoco puedes, ¡ay, quién me ayudará!, que yo te ayudo Tito, que no, pequeña, ya has... ¡guau!, ¡guau! ¡GUAU! ¡Basta! Ninguno de vosotros puede ayudarme con ésto. En realidad, nadie, nadie puede...
―¿Se puede, Milord?
-Cuarto personaje: BARTHOLOMEW, mi mayordomo.
¡Milagro!, digo ¡Bar-tho-lo-mew!, exclamé con gran alegría alzando los brazos prestos al abrazo de aquel, que apostado ante la maltrecha puerta, acababa de aparecer por sorpresa y, como siempre, debo admitirlo, en el mejor momento, cual maná celestial, mi queridísimo socio y amigo, pero qué agradabilísima sorpresa, ¿qué te trae por aquí?, ¡no!, no me lo digas -aquí estuve rápido de reflejos, no fuera a recordarme la causa de la enésima y última de sus dimisiones irrevocables, algo de ciertos emolumentos impagados por mi parte, nada, un granito magnificado en montaña, seguramente a causa de algún inocente traspapeleo contable- no me lo digas, déjame adivinar... Por fin alcancé a situarme frente a él tras sortear toda clase de obstáculos sólidos, líquidos y apostaría a que hasta alguno gaseoso, pues aún resonaba en mí el enorme eructo con que la pequeña diabla nos acababa de obsequiar y de cuya autoría trataba de culpar al pobre Canelo señalándole con mano acusadora y falsa sonrisa; la botella medio vacía de gaseosa que portaba en la otra mano, la delató; os lo dije, soy un lince. Has venido a despedir el año con el más apreciado -y único- de tus amigos, quizás temías que la soledad también hiciera mella en mi estado anímico, algo muy loable aunque erróneo, pero es un gran detalle por tu cuenta, mi estimado Bartholomew, soltéle toda esta perorata sustituyendo el cálido y esperado abrazo por un más contenido posar de manos sobre sus hombros, pasando a un amistoso palmeo dorsal con el que poco a poco iba, más que invitándole a entrar, impidiéndole poner pies en polvorosa. Oh, pero entra hombre, ya sabes que ésta y cualquier otra de mis mansiones, palacios y castillos son, figuradamente, tu casa; permíteme que te presente: esa bola de grasas saturadas con coletas, ojos y patas es mi querídisísima sobrinita Maribé, de ocupación, sus desastres; anda, cielo, saluda como es debido a nuestro querido y distinguido huésped, y acercándose la joven al serio y estirado sirviente, púsose la ocurrente ante él e hízole una reverencia tan cómica y graciosa como forzada, y tan forzada que quisieron las leyes de la física que por la presión los gases volviéranle a salir, más esta vez, por otra vía menos... narrable.
Llenóse la sala de un mal disimulo colectivo que la nena rompió con una risita delatora, que el huésped sorteó con su admirable y habitual flema británica y servidor de ustedes intentando encajar en sus goznes la malparada puerta a fin de evitar la previsible huida, y a Canelo ya le conoces, proseguí con las presentaciones señalando al lugar donde antes estaba el chucho, sin encontrarlo, Maribé, ¿dónde está Canelo?, Milord, respondióme en su lugar el bienvenido asistente, vuestro querido can hállase a mi espalda, exactamente al final de mi espalda. Y fue tal la nueva algarabía canino-infantil que a punto estuvo de costarme el desmayo; rápido anduvo el pobre Bartholomew en colocar en mi línea de desplome mi apreciada butaca que más que nunca parecióme trono celestial. Milord, seré breve: ésto parece una zona de guerra y faltan escasos minutos para las doce, permitidme que os ayude a ordenar este caos y celebremos la llegada del nuevo año como mejor podamos, que para ello me he tomado la libertad de venir... Imagináos, amigos lectores, el enorme suspiro de alivio con el que logré recuperar mis maltrechas constantes vitales, ...¡ah!, y de mis impagados haberes, ya hablaremos mañana, y el enorme salto con el que me puse en pie dispuesto a arreglar, quiero decir, a dirigir, el restablecimiento del orden, y, si os parece Milord, vos y la pitusa podríais encargaros de las viandas y bebidas mientras Canelo y yo tratamos de adecentar este.... babel.
No queriendo herir susceptibilidades, acepté la propuesta y entre todos conseguimos, más o menos, hacer de aquella selva un lugar habitable, una vez los muebles en su sitio y las uvas, galletas y... Tito, Tiiiitooooo, que a mí no me gustan las uvas, entonces, criatura, ¿qué comes con cada campanada? ...¡polvorones! en nuestros respectivos platos, púsele a la niña una vieja sábana agujereada en su centro, cual poncho improvisado a modo de babero, pues el pringoso recubrimiento a base de chocolate de los dulces, recordábame episodios antes vividos en los que comida, más niña pringosa, más tapicerías, daban como resultado la irremediable renovación total de mi carísimo mobiliario casero. ¡¡¡Que empiezan los cuatros Titooooooo!!!, los cuartos, se dice los cuartos, Maribé, corregí mientras subía el volumen de la radio y la nena se sentaba en mi preciosa alfombra de pelo, ¡ay!, blanco, sujetando al pobre chucho con un brazo ante su cuenco de PetCookies, a la vez que apretaba ansiosa un polvorón con cada mano, que sea lo que tenga que ser, murmuré resignado mientras me sentaba en el sofá e invitaba al buen Bartholomew a hacer lo propio a mi lado, cosa que hizo tras un sincero oh, gracias, Milord; cuánto me gustaría decirle que dejara de llamarme Milord, y de fingir que es un auténtico mayordomo inglés, ¡pero si hace siglos que sé que se llama Bartolo y que es natural de Manganeses de la Polvorosa!, en la bella provincia de Zamora..., pero, sinceramente, no puedo, no me atrevo.
Entre los nerviosos ¡Ya!, ¡Titoooo, que ya empiezan! ¡UNA!, ¡DOS!, ¡ay, no, que son los cuatros!, ¡AHORA! de la enana y los gruñidos del alborozado cachorro, a duras penas pudimos escuchar la narración en la radio de la bajada del carrillón, previa a los cuartos, durante los cuales observé, vencido, como los pequeños bichos, humana y chucho, se disputaban sus, ya escasas, peculiares y maltrechas uvas, que ya parecían formar parte imborrable de una ornamental decoración sacada de la peor pesadilla de cualquier amante del minimalismo. Narrado el último cuarto, anunciaba el locutor la inminencia de la esperada primera campanada, cuando, de repente, enmudeció la vieja radio y, por supuesto, de la sorpresa enmudecimos todos, sí, los increíbles, también, pero, aún hay más: todo, absolutamente todo, había extrañamente enmudecido; la radio, nosotros, el tic tac del reloj de pared, el crepitar del hogar, hasta el viento. Quizás sólo fue un segundo, o menos, el caso es que el más extraño de los silencios se apoderó del ambiente, pero ya os digo, fue tan corto que ni siquiera que ni siquiera nos dio tiempo a percibir lo aterrador que en realidad era. Pero, en fin, volvió la normalidad con la primera campanada, ¡UNA!, canté yo, y primera uva al gaznate, ¡SIETE! graznó la graciosilla, ¡GUAU!, el otro, ¡VOSOTROS A CALLAR!, ¡DOS! volví a cantar, ahora la segunda, otra uva. ¡TITOOO!, tercera uva, oh, equivocóme la cría, ¡Tito, que eso no eran campanadas, que es la campana de la puerta!
Nos mirábamos unos a otros como no sabiendo que hacer y ya dando por cierta la apreciación infantil, pues ninguna de las diez campanadas restantes hizo aparición; y así me encontré, pasmado, mirando las diez uvas que me quedaban en el plato, mientras los demás reaccionaban cada uno a su manera: Bartholomew, disponiéndose a servir el champán para el brindis; Canelo, extrañamente tembloroso acurrucado a mis pies, y Maribé dirigiéndose a la puerta, por supuesto después de pasar por encima de su plato, cuyos restos quedaron grabados en forma de huella por todo el trayecto. Ida y vuelta, porque no tardó en volver para, tirándome de la manga, obligarme a agachar la cabeza para oírla mejor, gesto inútil pues seguía hablando a gritos, Titooooo, hay una señora muy rara en la puerta, entonces, poniéndome en pie y tomándola en brazos, y, ya de paso, echando a perder mi traje nuevo, le pedí que me definiera un poco mejor eso de rara, pos que va vistida de negro, con capucha, ¡y en la mano lleva una guadaña!
―Hola, con permiso...
Winterreise.
Viaje de invierno.
¡Por fin, una reacción!, exclamé jubiloso, parecía que la promesa de una noche inolvidable había hecho saltar de alegría al amodorrado chucho, pues púsose de repente a dar saltos y vueltas de alegría por toda la casa, terminando por sentarse ante la puerta moviendo el rabo y jadeando con toda la gracia y el salero inexistentes hasta entonces, conducta extrañamente exagerada sobre la que ni siquiera me dio tiempo a preguntarme si debíase a la promesa festiva o, por el encarar la puerta -llamadme lince-, a una posible visita inesperada... La respuesta llegó -sí, antes de formular la pregunta-, por vía sónica, supersónica, hipersónica, ultramegahipersupersonica, ¡y en magnitud +10 en la escala de Richter!:
―¡¡¡TITOOOOOOOOOOOOO...!!!
-Tercer personaje: Mi sobrina MARI BEYONCÉ.
¡No puede ser!, ¡no puede ser! Pero sí, ahorrándoos mi espasmódica e inmediata reacción, os digo que sí, podía ser y, de hecho, fue.
Abrióse la pesada puerta de madera maciza sin ni siquiera girar la manilla, como si una manada de elefantes, ¡que digo elefantes!, ¡de orcos!, de furiosos orcos, valga la redundancia y permítaseme la licencia de la cita mitológica, pues no se me ocurre nada más bestia con que comparar a la hecatombe que acababa de cruzar el umbral llevándose por delante todo lo que encontró a su paso, casualmente la ya mencionada pila de discos, gramófono, sillas y mesa con uvas, galletas, champán y cristalerías varias, además de ir dejando tras de sí un rastro de chocolatinas, mantecados y polvorones, amén de cables, conectores, enchufes y extraños aparatos que de un par de maltrechas bolsas de plástico parecieron querer huir. Antes de abrir la boca, encontréme a la dulce criatura abrazada a mis temblorosas piernas, haciendo yo de tope final a tan salvaje estampida. Suerte que el pobre Canelo anduvo bien de reflejos, logrando esquivar a la susodicha, pudiendo así sumarse a la alegría y jolgorio propiciados por el inesperado reencuentro.
Hola Tito, Tito guapo, qué sorpresa ¿verdad?, ¿a que no me esperabas, eh, Tito?, a ver que contentito está mi Titooooo, que ha venido a verle su sobrinita favoritaaaaaa... Sí, favorita y única, e interprétese este último adjetivo en todas sus acepciones, gemía yo para mis adentros, ajeno al griterío de la nena y los ladridos del can, extrañamente imperturbable ante el apocalíptico escenario que un ahora difuso campo de visión me ofrecía. Apoyéme tomando asiento en algo que luego identifiqué como mi butaca favorita volcada, mientras la infanta se afanaba en dedicarnos a mí y a Canelo inconexas, por atropelladas, exclamaciones de amor, cariño, alegrías y bendiciones, por supuesto, a grito pelado. Poco a poco, no sin esfuerzo, logré descifrar algunas de sus alborotadas palabras, eso sí, sin lograr colocarlas en mi colapsada mente en un orden, digamos, mínimamente comprensible. Aparte de los cariñitos y zalamerías de costumbre, logré captar algo así como "Papa Noel me trajió el karaoke panchufar a la tele, Tito, sólo tienes que conectarlo a la tilivisión con todos esos cables que me se cayeron de la bolsa y ya podemos jugar a cantar y bailar porque también tiene pa bailar Tito que se pone una alfombra de colorines en el suelo y en la pantalla sale cómo tienes que poner los pieses porque se encienden unas luces que te lo dicen, Tito, pa que no te equivoques, Tito, ¿a que te mola, Tito? Anda, enchúfalo y bailamos después de las campanadas, ¿eh, Tito?, Tito, ¡¡¡TITOOOOOOO...".
¡¡¡Las campanadas!!!, mi corazón y mi cerebro volvieron a alarmarse de repente al darme cuenta del poco tiempo que faltaba para el momento cumbre de la noche y que todo lo que tan concienzudamente había preparado estaba patas arriba, esparcido por toda la sala. Ni siquiera con un milagro podría reconducir la situación, ¡ay, quién me va a ayudar!, yo te ayudo Tito, no, hija, deja, ¡guau!, tú tampoco puedes, ¡ay, quién me ayudará!, que yo te ayudo Tito, que no, pequeña, ya has... ¡guau!, ¡guau! ¡GUAU! ¡Basta! Ninguno de vosotros puede ayudarme con ésto. En realidad, nadie, nadie puede...
―¿Se puede, Milord?
-Cuarto personaje: BARTHOLOMEW, mi mayordomo.
Llenóse la sala de un mal disimulo colectivo que la nena rompió con una risita delatora, que el huésped sorteó con su admirable y habitual flema británica y servidor de ustedes intentando encajar en sus goznes la malparada puerta a fin de evitar la previsible huida, y a Canelo ya le conoces, proseguí con las presentaciones señalando al lugar donde antes estaba el chucho, sin encontrarlo, Maribé, ¿dónde está Canelo?, Milord, respondióme en su lugar el bienvenido asistente, vuestro querido can hállase a mi espalda, exactamente al final de mi espalda. Y fue tal la nueva algarabía canino-infantil que a punto estuvo de costarme el desmayo; rápido anduvo el pobre Bartholomew en colocar en mi línea de desplome mi apreciada butaca que más que nunca parecióme trono celestial. Milord, seré breve: ésto parece una zona de guerra y faltan escasos minutos para las doce, permitidme que os ayude a ordenar este caos y celebremos la llegada del nuevo año como mejor podamos, que para ello me he tomado la libertad de venir... Imagináos, amigos lectores, el enorme suspiro de alivio con el que logré recuperar mis maltrechas constantes vitales, ...¡ah!, y de mis impagados haberes, ya hablaremos mañana, y el enorme salto con el que me puse en pie dispuesto a arreglar, quiero decir, a dirigir, el restablecimiento del orden, y, si os parece Milord, vos y la pitusa podríais encargaros de las viandas y bebidas mientras Canelo y yo tratamos de adecentar este.... babel.
No queriendo herir susceptibilidades, acepté la propuesta y entre todos conseguimos, más o menos, hacer de aquella selva un lugar habitable, una vez los muebles en su sitio y las uvas, galletas y... Tito, Tiiiitooooo, que a mí no me gustan las uvas, entonces, criatura, ¿qué comes con cada campanada? ...¡polvorones! en nuestros respectivos platos, púsele a la niña una vieja sábana agujereada en su centro, cual poncho improvisado a modo de babero, pues el pringoso recubrimiento a base de chocolate de los dulces, recordábame episodios antes vividos en los que comida, más niña pringosa, más tapicerías, daban como resultado la irremediable renovación total de mi carísimo mobiliario casero. ¡¡¡Que empiezan los cuatros Titooooooo!!!, los cuartos, se dice los cuartos, Maribé, corregí mientras subía el volumen de la radio y la nena se sentaba en mi preciosa alfombra de pelo, ¡ay!, blanco, sujetando al pobre chucho con un brazo ante su cuenco de PetCookies, a la vez que apretaba ansiosa un polvorón con cada mano, que sea lo que tenga que ser, murmuré resignado mientras me sentaba en el sofá e invitaba al buen Bartholomew a hacer lo propio a mi lado, cosa que hizo tras un sincero oh, gracias, Milord; cuánto me gustaría decirle que dejara de llamarme Milord, y de fingir que es un auténtico mayordomo inglés, ¡pero si hace siglos que sé que se llama Bartolo y que es natural de Manganeses de la Polvorosa!, en la bella provincia de Zamora..., pero, sinceramente, no puedo, no me atrevo.
Entre los nerviosos ¡Ya!, ¡Titoooo, que ya empiezan! ¡UNA!, ¡DOS!, ¡ay, no, que son los cuatros!, ¡AHORA! de la enana y los gruñidos del alborozado cachorro, a duras penas pudimos escuchar la narración en la radio de la bajada del carrillón, previa a los cuartos, durante los cuales observé, vencido, como los pequeños bichos, humana y chucho, se disputaban sus, ya escasas, peculiares y maltrechas uvas, que ya parecían formar parte imborrable de una ornamental decoración sacada de la peor pesadilla de cualquier amante del minimalismo. Narrado el último cuarto, anunciaba el locutor la inminencia de la esperada primera campanada, cuando, de repente, enmudeció la vieja radio y, por supuesto, de la sorpresa enmudecimos todos, sí, los increíbles, también, pero, aún hay más: todo, absolutamente todo, había extrañamente enmudecido; la radio, nosotros, el tic tac del reloj de pared, el crepitar del hogar, hasta el viento. Quizás sólo fue un segundo, o menos, el caso es que el más extraño de los silencios se apoderó del ambiente, pero ya os digo, fue tan corto que ni siquiera que ni siquiera nos dio tiempo a percibir lo aterrador que en realidad era. Pero, en fin, volvió la normalidad con la primera campanada, ¡UNA!, canté yo, y primera uva al gaznate, ¡SIETE! graznó la graciosilla, ¡GUAU!, el otro, ¡VOSOTROS A CALLAR!, ¡DOS! volví a cantar, ahora la segunda, otra uva. ¡TITOOO!, tercera uva, oh, equivocóme la cría, ¡Tito, que eso no eran campanadas, que es la campana de la puerta!
Nos mirábamos unos a otros como no sabiendo que hacer y ya dando por cierta la apreciación infantil, pues ninguna de las diez campanadas restantes hizo aparición; y así me encontré, pasmado, mirando las diez uvas que me quedaban en el plato, mientras los demás reaccionaban cada uno a su manera: Bartholomew, disponiéndose a servir el champán para el brindis; Canelo, extrañamente tembloroso acurrucado a mis pies, y Maribé dirigiéndose a la puerta, por supuesto después de pasar por encima de su plato, cuyos restos quedaron grabados en forma de huella por todo el trayecto. Ida y vuelta, porque no tardó en volver para, tirándome de la manga, obligarme a agachar la cabeza para oírla mejor, gesto inútil pues seguía hablando a gritos, Titooooo, hay una señora muy rara en la puerta, entonces, poniéndome en pie y tomándola en brazos, y, ya de paso, echando a perder mi traje nuevo, le pedí que me definiera un poco mejor eso de rara, pos que va vistida de negro, con capucha, ¡y en la mano lleva una guadaña!
―Hola, con permiso...
Nooooo!!!!!
ResponderEliminarQuiero seguir leyendo ya, ya YA!!!!
Qué intriga en medio de tanto caos (que, en verdad, tenías razón que de eso se trataba).
Volviendo al tema que unifica, espero que sea un buen año para vos y todos tus personajes que buscan Amor: la hermosa y traviesa, el flemático y solidario, el peludo y revoltoso, la Parca y creativa, el músico escritor y ... ¿Quién será el sexto?, me pregunto mientras sigo escuchando a Schubert.
Lo mejor para este 2017, que comienza con grandes dosis de creatividad y humor (me arrancaste unas cuantas carcajadas :).
Un placer.
Desde Argentina,
Clara
*posdata: muy bueno lo de los fuegos artificiales, tanto por el ruido como por el tema ecológico -esto lo agrego yo!-
y lo del origen del mayordomo...
y lo del camino pegajoseado de Mari Beyoncé...
y la descripción del amor canino...
y lo del final...
y...
...y mis eternas gracias por todo. Ten un poco de paciencia, que es una gran virtud. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pues pronto saldrá la excepción.Algo así como la escena del camarote de los hermanos Marx, pero en bruto.
Eliminar¡Besotes!
¿Quién lo dice????
EliminarPrimero leamos y después digamos...
;)
¿Impaciente?
¿Yo?
Querido Don José: hoy me toca a mí devolveros la visita. Deciros que me ha gustado la pieza, que a usted esto del humor literario no se le da nada mal y que, en ciertos momentos, me recordó a esas maravillosas novelas de mi admirado P.G. Wodehouse (mayordomo incluido). Estaré atento para no perderme la segunda parte. De hecho, ya me lo apunto en mi lista de propósitos de año nuevo: "No olvidar leer la segunda parte de SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE AMOR de D. José Florentino". Dicho (y apuntado) queda.
ResponderEliminarUn abrazo, D. José. Y feliz 2017. : )
No lo entiendo..., yo que sólo escribo para el Pueblo y va y se me llena esto de Ilustrísimas Personas.
EliminarHombreeee, gracias por los cumplidos y ya siento haberle fastidiado la agenda del presente año, aunque debemos dejarlo en empate, usted a mí me ha despertado, de nuevo, el ansia, esta vez por conocer al tal Woodehouse, que promete.
¡Saludos!
Wuauu me encantan la entrada tengo de decir que según lo leía ne iba sorprendiendo y encajando en mi cabeza como en una peLi a los personajes. Lo peor que lo leo desde el trabajo y me tuve que contener la risa varias veces 😊 Deseandito estoy de ver la segunda parte. Que jarte tienes escribiendo una admiradora 😊
ResponderEliminarNi mis personajes ni yo nos hacemos responsables de despidos pro o inprocedentes. Por otra parte, MUCHAS GRACIAS por el bonito comentario y la admiración, que te aseguro, es mutua. Hala, ya estoy salivando.
EliminarBesitos.
Madre del amor hermoso!! Que locura de fin de año!! Jajajaja Que bueno! Aunque ahora que iba a aparecer una gran invitada (por cierto, el perrete me encaaantaaa) vas y cortas tajante...
ResponderEliminarBueno, esperaremos a ver que pasa al final ^^
Feliz año José! A ver que depara el 2017 ;)
Hasta la próxima!
Graciaaaaaas...
EliminarEso no es nada comparado con lo que le espera a mi pobre Alter Ego. Paciencia.
Besitos 😘
Que siga por favor, ni se te ocurra dejarlo así, que ha sido fascinante volver a leer un relato tan...tan...caótico o lo que sea, pero me ha encantado, Canelo es lo más.
ResponderEliminarUn abrazo José.
Tranquila,amiga Thelma, que seguirá y muy pronto. Y, dando una pista, que la historia continúe durante mucho tiempo...
Eliminar...depende de vosotros.
Muchas gracias por venir. Besotes.
Genial... y sobran más palabras.
ResponderEliminarDe un anónimo... o no.
No, va a ser que no es tan antónimo. Jaque...
EliminarMillón de gracias
;-)
Antónimo tampoco (maldito corrector).
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