11 de enero de 2013

Divertimento nº 1

"El sonido de la risa siempre me ha parecido la música más civilizada que hay en el universo".
Peter Ustinov, actor, escritor y dramaturgo británico.




Esta mañana 
alguien 
llamó a mi puerta.
¿Quién será?
-me pregunté-,

¡tan temprano!



Abrí la puerta y...
¡no os podéis imaginar
quién estaba al otro lado!




Pues
nada más
y
nada menos
que el mismísimo...

¡¡¡HARRY EL SUCIO!!!





Quien, 
sin más,
me soltó 
a bocajarro:



Y tú,
¡¿qué hiciste?!
Pues...
lo primero que  se me ocurrió:

LE PUSE A

vivaldi



"Concierto para dos mandolinas y orquesta RV 532".
(Allegro)

Antonio Vivaldi
Quién mejor que el gran Antonio Vivaldi para alegrarnos una mañana soleada, o repararnos una tarde que se ha ido torciendo, o quizá simplemente, para acompañarnos en una de esas noches de luna ausente en las que lo que menos nos apetece es sumergirnos en la tenebrosa oscuridad. Pues sí, para mi gusto particular, la música del 'cura pelirrojo' es luz, es vida, es alegría.
Este concierto, que está escrito en Sol mayor, lo cual ya lo indica como garantía  para quienes buscan una inyección de vitalidad y optimismo, pertenece a una serie de obras que Vivaldi escribió para esos instrumentos que tienen escasa (o casi nula, como en este caso) visibilidad en la orquesta, y que, hasta entonces, era impensable su protagonismo absoluto como instrumentos solistas.
  
"Concierto para dos mandolinas y orquesta RV 532".
(Andante)

En este bellísimo Andante, movimiento más célebre de esta sublime obra, la orquesta se limita a acompañar, con un apenas perceptible pizzicato, al maravilloso diálogo que se establece entre los dos virtuosos solistas, quienes luciéndose a placer, nos dibujan una de las más bellas estampas musicales de la historia de la música, haciendo imposible apartar la atención  de tan bella melodía y, seguramente, logrando arrancar una leve sonrisa de placentera satisfacción.


"Concierto para dos mandolinas y orquesta RV 532".
(Allegro)

La mandolina es un instrumento de cuatro cuerdas dobles pulsadas por una púa o plectro, aunque también se suele tocar sólo con los dedos. Sus orígenes datan del S. XVI, pero no fue hasta finales del XVII, cuando los grandes compositores pusieron sus miras sobre ella. Hasta entonces raramente se utilizaba en una orquesta, siendo a veces sustituta del clavicémbalo, como acompañamiento o continuo en alguna orquesta de cámara que carecía de éste. Hoy en día su uso se limita principalmente a la música tradicional, sobretodo en Gran Bretaña, Irlanda, Estados Unidos y Brasil. En España y Méjico ha sido desplazada paulatinamente por la bandurria y el laud.  





          





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