"El recuerdo es el perfume del alma".
George Sand, escritora francesa.
Pobre Beethoven...
Ahí le tenéis, dando rienda suelta a su extraordinaria genialidad, nuevamente espoleada por las musas del amor. Sí, pobre Beethoven...
Nos encontramos allá por la primera década del siglo XIX y sí, ahí tenemos al gran genio alemán componiendo la que va a ser una de las piezas más famosas de la gran música, la "Bagatela para piano en La menor". Ya casi la tiene terminada, unos retoques por aquí y por allá, una firmita y... ¡lista! ¡Ay!, si con esto no triunfo... ¡Oh, cielos, con tantas prisas casi se me olvida lo más importante, ¡la dedicatoria!:
¡Para Elisa!
Para... ¿Elisa?
¡¡¡PARA ELISA!!!
Bagatela para piano en La menor, 'Para Elisa'.
Sobre este precioso y romántico tema existe una misteriosa leyenda en cuanto a la exactitud del título con que pasó a la historia, el de la dedicatoria que el buen Beethoven insertó en su manuscrito. Quién sabe si por apresuramiento o por el nerviosismo típico de cualquier enamorado; quizá por el mal carácter, tan propio de nuestro sufrido protagonista, o quizá por la conjunción de todos los males nombrados, el caso es que no hubo forma de descifrar con exactitud la nerviosa caligrafía del firmante. Y, hete aquí, que donde unos leyeron Für Elise (Para Elisa, en alemán), a otros parecióles ver Für Therese (Para Teresa); y es que para más complicación, al parecer, según cuentan los estudiosos de la cosa, pasaron por el enamoradizo corazón del compositor dos damiselas candidatas a tan preciada dedicatoria -preciada actualmente, porque en su momento, por una u otra causa, el sordo genial no fue, como se diría ahora, el tronista del momento, hechos que ayudaron, sin duda alguna, a reforzar su afamado mal saber estar-.
Elisabeth Röcket |
Therese Malfatti |
Las investigaciones sostienen como más probable que fuera una tal Therese Malfatti, joven discípula de Beethoven, aunque también se contempla la posibilidad de que fuera una soprano alemana llamada Elisabeth Röckel, dando validez al nombre que eternamente acompañará tan exquisita obra maestra.
Sí, pobre Beethoven; cuánta amargura acumulada hasta el fin de sus días. Si él supiera..., si, al menos, hubiese sido capaz de imaginar que, pese a que ni para Elisa, ni para Teresa, acababa de componer la que iba a ser una de las obras maestras más escuchadas de todos los tiempos; quizá no, seguramente, habría escrito, imponiendo la cordura a la ceguera del amor, un agradecido "Para todos".
Y a eso es a lo que un servidor quería llegar hoy con este melancólico post.
No hace mucho viviendo un reencuentro familiar y, después de muchos años, repasando lo que fue y nunca debió de dejar de ser, reaparecieron muchos momentos que permanecían medio borrosos entre las brumas de unas memorias, aunque cansadas, aún latentes.
Fueron rescatados, no sin celebradas confusiones, muchos momentos de tiempos entre costuras, de jilgueros que no lo eran, sino gorriones, de hermanas y primas con muñecas disputadas; volvieron a sonar en el silencio del recuerdo acordeones y gaitas, florecieron de nuevo aquellos Clavelitos, imprescindibles en cualquier repertorio digno de aquellos maravillosos años.
Y de ahí la elección de tan hermosa pieza musical. Era mi intención dedicarla a la memoria de quien lució tan hermoso nombre, pues hermosa en todos los sentidos fue su portadora; por eso elegí el Para Elisa.
Pero cómo dedicárselo a Elisa, sin acordarme de Santiago, ni de..., y aquí añada el lector tantos nombres como quiera, pues, a buen seguro, acertará.
Y ahora ¿quién o qué me impide dedicarle también esto a Isabel, a Elsita, a César o a Fermín?
Y ¿quién o qué me impide seguir citando nombres como Leti, Natalia y Santi, Lys, Lanitas, Massiel, Malasombra, Mª Jesús, Chema, Enrique, Rubén, Soraya, Ana, Francisco, Mariano, Óscar, Danna, Neus, Héctor, Carlos, o Tour by Mexico, a quienes quiero agradecer su presencia en la columna derecha de este paradisíaco sitio o a aquellos que procuran la difusión del mismo en distintos medios? Siempre me quedaría alguno sin mención y tanto sería mi penar como aquel que modeló el carácter del buen Beethoven.
Entonces tendría que, imitando aquel famoso anuncio de la más famosa marca de bebida refrescante a base de cola, proseguir en interminable perorata: para altos, para bajos, para gordos, para flacos... para al final acabar concluyendo que todo quedaría suficientemente claro con un simple:
¡PARA TODOS!
O no.
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