"El sol no se ha puesto aún por última vez".
Tito Livio, historiador romano.
¡Vaya! Parece que llevo un tiempo sin aparecer por aquí, ¿me echabais de menos, verdad?
¡Ah!, pues yo a vosotros... sí.
Como atenuante os diré que he sufrido una gran pérdida, no es irreparable pero me llevará algún tiempo recuperar lo perdido, que lo haré, para eso está la ESPERANZA, que es lo último que se pierde. Pero antes, y más difícil lo veo, he de acostumbrarme al nuevo status quo, intentando mantener un obligado EQUILIBRIO sobre la cuerda floja en que se ha convertido la confortable autopista por la que antes transitaba, equilibrio que he de mantener para no caer en abismos ya conocidos y de infausto recuerdo.
Hace poco participaba en un foro literario respondiendo a una pregunta sobre cuáles eran nuestras principales fuentes de inspiración, argumentando yo que la observación de las vivencias cotidianas: una simple conversación, una noticia, una canción, un viaje, una fecha señalada, etc, con el matiz añadido de que el caudaloso cauce que de esas fuentes manaba, solamente fertilizaba las extensas tierras de mi imaginación al amparo de la oscuridad y de la soledad de la NOCHE.
Y, desde entonces, camino entre tinieblas.
Y sólo las luces que adivino en el horizonte, me alientan a continuar.
Por eso he de mantener la CALMA.
Porque sé que cada una de esas luces lleva un nombre.
Vuestro nombre.
'Serenata nº 10, Gran Partita'
(3er. mov. Adagio)
Tercer movimiento de la Serenata nº10 en Si bemol mayor para 2 oboes, 2 clarinetes, 2 corni di bassetto, 2 fagotes, 4 trompas y 1 contrabajo, bautizada como Gran Partita y compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart allá por 1781. De los 7 movimientos que forman esta obra, este sublime Adagio, que está en Mi bemol mayor, es definido como ' la voz de Dios' en la película Amadeus (1984) por el mismísimo Salieri, a quien se le reconcomen las entrañas tratando de comprender como Dios había podido elegir a un ser tan vulgar como Mozart como portavoz.
El s. XVIII fue la época dorada de la Serenata, composición orquestal que solía interpretarse al anochecer, en prime time, que diríamos hoy, y si el tiempo lo permitía, al aire libre, en los jardines de los palacios de la jet-set de entonces. Su origen está en las tiernas canciones que al caer la tarde cantaban a pie de balcón los enamorados a sus amadas, y su nombre proviene del término sereno, de serenidad, calma, sosiego, cosa que supongo comprendéis si habéis escuchado la muestra elegida. Yo me sitúo más cerca de la opinión del buen Salieri cinematográfico: una obra cargada de gran nostalgia, frustrante nostalgia.
Agotadora nostalgia, añado yo.
No importa, exhausto o no, seguiré ascendiendo a esta hermosa montaña, quizás con menos asiduidad, no lo sé, pero cada vez con más fuerza e ilusión.
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